Saturday, December 26, 2009

Uno de invierno, de Alex Fleites

Iba por la esquina que forman las calles 10 de Octubre y Tamarindo, cuando sentí que desde enfrente el hombre me hacía señas. Estaba, desconcertado, en plena vía. Toree una guagua y una rastra que remontaban la loma con asmática dificultad. El viento frío de la tarde jugaba con las hojas caídas de los árboles sobrevivientes en la avenida. Tendría unos 70 años y no se veía precisamente abrigado, a pesar de la humedad. Lo ayudé a subir a la acera su silla de inválido. Luego me pidió que lo izara en brazos hasta el portal, justo a las puertas de La Diana, un sitio con poca luz, de paredes renegridas, abarrotado de seres atrabiliarios y torvos. Volvio a acomodarse en la silla y me sonrió como disculpándose. “Voy a tomar un poco de sol”, dijo. Y entró al bar.

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